lunes, 17 de marzo de 2014

“EL TEATRO COMO METODOLOGÍA PARA EL DESARROLLO DE COMPETENCIAS PARA LA VIDA”


YADIRA ARENAS BRIONES
DAVID DE LA OLIVA GRANIZO

* Artículo publicado en Revista Multiversidad Managment



La educación es uno de los pilares primordiales de toda sociedad, es el vehículo por el cual se alcanza el progreso social y personal de los individuos, en un contexto mundial sometido a constantes cambios, con la vertiginosa presencia de los avances tecnológicos y científicos. Por ello, los sistemas educativos están reajustándose a estas nuevas necesidades, para dar respuesta a estos retos donde la calidad, la productividad y la socialización demandan todo un conjunto de competencias. Esto hace imperante la necesidad de abandonar los métodos clásicos de enseñanza donde al alumnado tiene que memorizar una cantidad colosal de información, es imprescindible diseñar nuevas estrategias de enseñanza con herramientas creativas e innovadores que permitan generar en los alumnos un aprendizaje verdaderamente significativo y funcional donde realmente se cree una educación para la vida.

En este sentido, el teatro en la escuela puede ser considerado como una estrategia metodológica en la formación integral del alumnado. A partir de la combinación lúdica y pedagógica que ofrece su aplicación, puede ser visto como una óptima y eficaz herramienta que permita el desarrollo y la adquisición de diversas competencias; y es justo en este momento cuando los sistemas educativos están ajustándose y renovándose a este nuevo e interesante enfoque.

Pero, ¿por qué denominar al teatro como una metodología didáctica? Hay tres razones básicas:

1. Porque es un vehículo efectivo por el cual se puede desarrollar y potenciar competencias básicas y específicas para la vida, para el desarrollo individual y colectivo.

2. Porque es inclusivo, integrador, participativo, solidario y creativo, tanto para alumnos como para docentes.

3. Porque el teatro enseña jugando y, el juego, es la base de la actividad humana (Piaget, 1961), de la cual aprendemos, a partir de la experimentación personal y particular.

Normalmente, cuando oímos del teatro en la escuela, inmediatamente pensamos en la puesta en escena de alguna obra teatral presentada por los alumnos al final del curso o en días festivos. Este es el tipo de teatro más empleado y es conocido como teatro didáctico. Su objetivo es reforzar los contenidos temáticos de los programas académicos, principalmente en las materias de historia, civismo y educación artística. En otros casos, se utiliza para coadyuvar con campañas de valores, prevención del delito y la violencia, generar conciencia en niños y jóvenes respecto a la importancia de la salud, entre otras temáticas. Para este estilo de teatro generalmente se emplean obras de autores  reconocidos o bien, se recurre a la creación colectiva, en la que alumnos y maestros escriben un pequeño guión que ellos mismos representarán.

Jáuregui (1985), en su libro “El teatro en la escuela”, planteaba la combinación de una serie de recomendaciones y obras teatrales recreativas y de carácter histórico para dinamizar las festividades del programa académico. Los objetivos que planteaban giraban entorno al desenvolvimiento social de los niños y jóvenes y a su formación académica. En cuánto a los maestros, establecía una serie de consejos orientados a la práctica escénica: vestuario, movimientos de los actores en el escenario, significado de posturas o movimientos corporales. Muchas de estas sugerencias estuvieron influenciadas por el famoso libro “El Declamador sin Maestro” de Homero de Portugal, empleado mayormente para clases de oratoria, poesía y declamación.

Sin embargo, como ya se mencionaba, esta es la forma clásica de utilizar el teatro en la escuela, ya que existen otras formas de integrar un programa de teatro en las actividades académicas del alumnado. Es importante recordar que en la educación hay tres maneras de integrar programas en una organización previa: de forma aditiva, infusiva o mixta (de la Oliva, 2013). Por ejemplo, podemos abrir un taller de teatro en horario extraescolar (aditiva), podemos formar a los maestros en técnicas teatrales para que mejoren sus competencias docentes (infusiva) o podemos hacer las dos cosas (mixta). En este artículo se va a hablar de estas tres estrategias, relacionándolas con las competencias para la vida que deben desarrollar todo el alumnado de Educación Básica (SEP, 2011).

De acuerdo a lo anterior y a manera de ejemplo, de forma aditiva se puede crear un programa de teatro a partir de un taller, como actividad extraescolar. Esto también se ha denominado teatro participativo, el cual es caracterizado por promover la colaboración directa del público dentro de la escena o de la obra. Esta colaboración puede ser a través de de opiniones, sugerencias que los actores piden al público o, incluso, con la intervención directa de algún miembro del público como “actor” dentro de la escena, proponiendo acciones concretas que pongan a prueba su aportación y reconociendo así su impacto y validez en una situación real. Por ejemplo, si se está representando una obra sobre acoso escolar (el famoso, bullying), el director o directora puede parar un momento la escena y preguntar al público cómo podrían solucionar el problema o qué cambiarían de la historia para llegar a un mejor final. Incluso, se puede pasar a un alumno a escena y pedirle que represente un papel para poner a prueba su sugerencia de resolución o transformación del conflicto. Esto es una manera de implicar más a los alumnos y potenciar su reflexión.

En este sentido, podría optarse por dos formas de llevar a cabo este estilo de teatro en la escuela. Una de ellas es a través de la contratación de actores expertos en este tipo de teatro, la otra forma es que los docentes se capaciten en esta línea mediante cursos, talleres o diplomados, aumentando sus competencias docentes.

Pasando al tema del teatro y las competencias para la vida, ambos conceptos son relacionados a través del denominado aprendizaje vivencial, puesto que lo que el teatro busca es, precisamente, que el alumno aprenda a partir de su experiencia personal y de una forma tanto cognitiva como emocional. En palabras de Kolb (1984):

“El aprendizaje vivencial se basa en la importancia de la experiencia personal, en el proceso de aprendizaje, un proceso a través del cual generamos y adquirimos conocimiento e información, gracias a nuestra capacidad de analizar y comprender los diversos acontecimientos que se suscitan en nuestra vida cotidiana”.

De acuerdo a este proceso, el alumno aprende a partir de una experiencia concreta (su inmersión en las actividades teatrales), la cual es observada y analizada por él mismo. Esta información dará como resultado conceptos abstractos o teorías que serán repetidas hasta

comprobarlas tanto teatralmente como en su vida cotidiana. Poco a poco, cada alumno irá desarrollando toda una serie de competencias a través del carácter lúdico y pedagógico del teatro. En palabras de Brunner (1984):

 “Jugar para el niño y para el adulto... es una forma de utilizar la mente, e incluso mejor, una actitud sobre cómo utilizar la mente. Es un marco en el que poner a prueba las cosas, un invernadero en el que poder combinar pensamiento, lenguaje y fantasía”

Precisamente, este juego teatral es una herramienta educativa que, además, de coadyuvar en el desarrollo de las competencias, es un instrumento comunicativo, de expresión tanto verbal como no verbal, de realización individual y colectiva.

Del Real y Ferreras Estrada (1996), en su libro “Aula de teatro”, hacen mención de que el teatro es, fundamentalmente, un juego; por lo que entonces todas las actividades teatrales que se pretendan llevar a cabo deben convertirse desde el principio en un foro lúdico que proveerá a los participantes de seguridad y confianza para explorar. 

En este sentido, para lograr estos resultados, es necesario que los maestros se pongan manos a la obra, capacitándose, investigando y haciendo uso de todos los recursos posibles que estén a su alcance para experimentar y llevar a cabo tan noble pero ardua tarea. Una guía para los maestros interesados en poner en marcha esta metodología es el libro del dramaturgo, escritor y director escénico Augusto Boal (2002): “Juegos para actores y no actores” donde, en el Tercer Capítulo titulado “El Arsenal del Teatro del Oprimido” descubrirán una serie de ejercicios y juegos dirigidos a despertar la sensibilidad y expresividad corporal, lingüística y mental de quiénes los ejecuten. Adicionalmente, cada actividad funciona como entrenamiento sobre una o varias competencias a desarrollar, esto dependerá del análisis del juego y del camino a seguir que el maestro y los alumnos determinen. El maestro a partir de estos juegos y ejercicios podrá añadir a cada uno, las variantes que decida plantear para alcanzar el objetivo que él mismo determine. 

A través de la aplicación de esta serie de ejercicios se impulsará el liderazgo, el trabajo en equipo, el compromiso, la comunicación, la asertividad, la confianza, la inclusión, la cohesión, la empatía, la identificación de áreas de oportunidad, la integración, la imaginación, la creatividad, la responsabilidad, la conciencia social y colectiva y un largo etcétera. 

Otro autor importante es Antonio de la Fuente Arjona. Este actor, escritor y director de teatro ha escrito toda una colección literaria acerca del teatro para niños y jóvenes, donde justamente expone algunas estrategias y técnicas de teatro como herramienta en la escuela. “El ladrón de las palabras” (1999), por ejemplo, es una obra cuyo objetivo es el de desarrollar la expresión artística de niños y jóvenes, además de dar estrategias para la práctica de la gramática, aprendida previamente en el aula. O “Mi amigo Fremd habla raro” (2003), del mismo autor, donde la finalidad es acercar el idioma inglés a los niños y enseñar la importancia de la inclusión social, en el caso de personas extranjeras o foráneas. Y “La rebelión de los números” (2010), donde De la Fuente enseña una vez más que los números no son tan aburridos como la mayoría de los niños piensan.

Es importante señalar que lo que estas actividades buscan no son crear ni formar a niños o jóvenes actores o actrices, ni conseguir personas que vayan al teatro, porque el ideal del teatro en la escuela no es una cuestión de educación teatral, de profesionalizar a los niños y a los jóvenes en el arte dramático, sino de emplear el teatro como un instrumento más para la transmisión y adquisición de competencias de una forma más eficaz y efectiva. Cabe señalar que si el resultado en el alumnado es tan positivo como para que ellos mismos se convierten en espectadores teatrales, entonces estaremos alcanzando un doble objetivo y, posiblemente, estemos gestando una nueva generación de jóvenes más cultos e interesados en las artes escénicas, tan necesario en estos tiempos donde el teatro (como otras artes) han sido desplazados por el cine, la televisión y el internet.

Existen diversas actividades teatrales que pueden ejecutarse en el aula y que desarrollan ciertas competencias específicas, a continuación se presenta una relación de estas:



Actividad teatral


Competencias que desarrolla

Improvisación
Habilidad comunicativa, agilidad de pensamiento, resolución de problemas, manejo de la incertidumbre, tolerancia al cambio, autonomía, confianza, trabajo en equipo.
Análisis grupal de alguna escena o del texto teatral a representar
Capacidad de reflexión y análisis, respeto a la opinión de los demás, escucha, habilidad lectora, identificar, evaluar, apropiarse de la información de manera crítica.
Proponer cambios sobre el texto teatral o la escena a representar
Responsabilidad, autonomía, plantear y llevar a buen término procedimientos, propiciar y afrontar los cambios, tomar decisiones y asumir consecuencias, manejo del fracaso, la frustración y la desilusión, negociación.
Lectura dramatizada

Empatía, habilidad lectora, comunicarse en más de una lengua (si el texto está en otro idioma).
Debate sobre el texto leído

Empatía, escucha, relación armónica y respetuosa con los demás, asertividad, valorar la diversidad de pensamiento.
Trabajo de voz

Hablar adecuadamente, vocalizar correctamente, expresión oral fluida y clara, hablar en público, congruencia entre el lenguaje verbal y corporal.
Montaje escénico
Aprendizaje colaborativo y en equipo, identificar lo que se necesita saber, enfrentar el riesgo, plantear y llevar a buen término procedimientos, administrar el tiempo, propiciar cambios y afrontar los que se presenten; tomar decisiones, actuar con autonomía, relacionarse armónicamente con otros, organizar y sistematizar información.
Montaje escénico con obra de temática cívica
Adquisición de valores, proceder a favor de la democracia, la paz, el respeto a la legalidad y los derechos humanos, entre otros.


Es así como a partir de la puesta en marcha de estas actividades se cubren los cinco grupos que engloban las competencias para la vida:





Finalmente, hay que señalar que el teatro deja de lado el aprendizaje pasivo para generar un verdadero aprendizaje significativo, funcional y vivencial; a través del cual se movilizan conocimientos teóricos, procedimentales, actitudinales y estratégicos, es decir, se desarrollan competencias para la vida, en otras palabras, para formar futuros profesionales y, lo más importante, mejores seres humanos.

L.C.C. Yadira Arenas Briones
Actriz, consultora en comunicación organizacional y desarrollo profesional
Directora General de Arebri Consultores
yadira.arebri@hotmail.com

Dr. David de la Oliva Granizo
Docente investigador de la Facultad de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Director del Departamento de Educación de Arebri Consultores
culturasinclusivas@hotmail.com

Bibliografía               
  • Alonso del Real, G y Ferreras Estrada “Aula de teatro” ; Madrid; Ed. Akal; 1996.
  • Augusto Boal,” Teatro del Oprimido, Juegos para actores y no actores”, Alba editorial, 2002
  • A.L. Jáuregui, “El Teatro en la Escuela”, Edit. Avante, México, D.f. 1985
  • David A. Kolb, (1984). “El aprendizaje experimental: la experiencia como fuente de  aprendizaje y desarrollo”, Nueva Jersey: Prentice Hall,
  • Jerome S. Bruner, “Acción, pensamiento y lenguaje”, Edit. Alianza, Madrid, España. 1984.